Costa Verde

Las instalaciones abandonadas de las viejas minas tienen un encanto muy particular. Más allá del carácter documental, por el que merecen ser visitadas, es su valor paisajístico lo que las convierte en una meta turística atípica y al tiempo irresistible. La lenta labor de la lluvia y del viento, unida a la vitalidad de la vegetación que renace allí donde había sido erradicada, transforma los restos heredados por la industria minera en algo que todavía no es un entorno natural propiamente dicho, pero tampoco es ya una simple ruina: es una forma particular del paisaje, que en cada ángulo parece dibujar la historia del pasado más reciente. Vale la pena tomar el coche y llegar al litoral suroccidental de Cerdeña, en particular la llamada Costa Verde: una de las comarcas isleñas donde las formas de la arqueología industrial y el espectáculo del mundo marino conviven de la forma más impresionante.
 
 
– De Nebida a Cala Domestica –
 
El tramo de costa alto y rocoso que se extiende desde los acantilados de Nebida a la cala Domestica es el de mayor interés. Se puede llegar fácilmente dejando a la espalda la gran playa de Fontanamare, ideal para un baño refrescante tras el viaje hasta aquí. A lo largo de la carretera que conduce al centro minero de Masua, marcada por la vista de acantilados inaccesibles, calas profundas y pequeñas playas, se encuentra el espectáculo del Pan di Zucchero, un imponente islote calcáreo enmarcado por vertiginosos farallones. Pasando junto a las antiguas instalaciones mineras, se puede llegar a las galerías de Porto Flavia, joya de la arqueología minera sarda y atractivo principal del Parque Geominerario della Sardegna, de gran interés por el valor arquitectónico de algunas de sus construcciones, por la historia de la que es testimonio, y por las inesperadas y sorprendentes vistas al mar.
 
A lo largo de la carretera que conduce a Porto Flavia se encuentra el arranque de un bellísimo sendero panorámico, que corre a lo largo de la costa regalando perspectivas muy sugestivas. El trazado es bastante largo: es suficiente, sin embargo, cubrir tan solo el tramo inicial para hacerse una idea del recorrido. Después de ello, otra vez en coche, es fácil volver a la carretera provincial y alcanzar el punto de llegada del sendero: cala Domestica, la más hermosa de todas estas costas. Encajada en un profundo entrante en la costa, dominada por una antigua torre y encerrada entre acantilados, la playa muestra el contraste sorprendente del oro de las dunas con el azul intenso del mar. La breve galería que queda como testigo del pasado minero del lugar conduce a la Caletta: una pequeña joya de la naturaleza isleña.
 
 
– De Buggerru a Ingurtosu y Piscinas –
 
El pueblo de Buggerru, con los restos del lavadero Malfidano que dominan el pequeño puerto, representa la etapa sucesiva del itinerario. Cada objeto en esta zona tiene algo que contar: detrás de cada tapia, a la sombra de cada estructura, se conserva una larga historia. Desde Buggerru, avanzando hacia el norte, se encuentran la playa y la localidad de Portixeddu. A espaldas del arenal, las colinas cubiertas por la densa vegetación descienden hasta tocar la línea entrecortada de los escollos en un paisaje de ensueño.
 
En el interior se encuentran las cuevas de Mannau, adonde se llega fácilmente por la carretera nacional que lleva a Flumini Maggiore, y que conviene visitar en compañía de espeleólogos locales. Más adelante se halla el templo de Antas, un edificio de origen nurágico reconstruido en época púnica y romana. En el sitio, de grandísimo interés, aún se puede respirar la sacralidad de los antiguos lugares de culto de la isla.
 
Desde aquí es fácil llegar a los cantiles del cabo Pecora, para aventurarse a lo largo del sendero costero que pasa entre enormes peñascos de granito y empinadas bajadas al mar. En dos o tres horas de camino se llega a la playa de Scivu, cómodamente accesible también en coche, retomando la carretera nacional y continuando luego por la local de Scivu. Por su carácter salvaje, la playa merece una visita.
 
Desde la carretera nacional 126, tomando la provincial 66 se alcanza el viejo poblado minero de Ingurtosu, ya abandonado, que se extiende al término de un largo valle orientado al encuentro de las dunas de Piscinas. Fue en otro tiempo el centro de dirección de la mina homónima y del cercano pozo de Gennamari, y conserva muchas de las arquitecturas características de los asentamientos mineros de aquellos años. En el cercano centro de Naracauli se admira lo que queda del imponente edificio del lavadero Brassey.
 
Siguiendo hacia la playa de Piscinas, se encuentra el antiguo depósito de la mina. De aquí en adelante dominan la vista las inmensas dunas de color ocre, entre las más imponentes de Europa, que circundan por algunos kilómetros la playa infinita, coronándola de enebro y lentisco.
 
 
– Carbonia: el museo del Carbone y las ruinas del monte Sirai –
 
En el camino de regreso, es obligada una parada en Carbonia, la ciudad construida en dos años por iniciativa de Benito Mussolini, que la inauguró en 1938. La población muestra ya en un vistazo el trazado urbanístico y arquitectónico de las ciudades fundadas en ese período histórico. Un paseo por la plaza Roma, el centro en torno al que se ordenan los espacios ciudadanos, permite reconocer los edificios públicos más importantes: un conjunto de construcciones de distinta mano, pero homogéneo en el uso uniforme del revestimiento rústico en bloques de traquita. Tras un café, espera una visita al Museo del Carbone, instalado en los locales de la lampisteria o sala de lámparas, la galería subterránea y la sala de cabrestantes del pozo minero de Serbariu. Gestionado por el Centro Italiano della Cultura del Carbone, es este, sin duda, el lugar donde con más claridad se lee la historia de la ciudad y de cuantos le dieron vida. En particular, el local de la lampisteria, donde antiguamente se encontraban las maquinarias para la recarga de las lámparas Edison, alberga hoy una exposición permanente de lámparas, instrumentos de trabajo, herramientas e imágenes del universo minero.
 
El sitio arqueológico de mayor relieve en los alrededores de Carbonia es el monte Sirai, de fácil acceso recorriendo la provincial 126 y girando en el km 17: la carretera sube por la ladera del monte para llegar al altiplano que custodia las ruinas de la antigua ciudad y domina la vista de la vasta llanura, hasta la costa y las islas de San Pietro y Sant’Antioco. Dividido en las tres grandes áreas del poblado, el tofet y las necrópolis, el sitio ofrece la oportunidad de estudiar las civilizaciones fenicia y púnica sin los elementos de distorsión constituidos por las habituales superposiciones tardías: aquí el trazado urbanístico ha permanecido, en efecto, tal como era al momento del abandono (alrededor del 100 a.C.). Este importante centro fue construido en contacto directo con los numerosos asentamientos nurágicos vecinos, de los que es importante el ocupado por el nurague de Sirai, erigido poco más al sur y fácilmente accesible. El monumento megalítico está constituido por un tholos central, ceñido por un bastión cuadrilobulado, cuyas torres están orientadas según los puntos cardinales.
 
Después de las emociones reservadas por la evocación de las civilizaciones isleñas del pasado, será agradable volver por la nacional 195 Sulcitana, para tocar Teulada, Domus de Maria, y llegar a Chia.


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