Cagliari, Pula y Nora

La visita a una ciudad desconocida, antes que informarnos de su historia, nos abre un mundo. De repente, nos damos cuenta de lo determinante que es la atmósfera de un lugar para las vidas que en él están arraigadas. En el fondo, nos dice que nuestra propia vida, en un lugar lejano de aquel donde vivimos desde siempre, puede verse bajo una luz diversa.
 
 
– Cagliari: una ciudad de luz –
 
Un corto paseo por las calles de los barrios antiguos de Cagliari puede convertirse en una experiencia emocionante. 
La ciudad está limitada al sur por el mar, y por las lagunas de Molentargius y de Santa Gilla a oriente y occidente. Las numerosas colinas en las que surgen los diferentes barrios se asoman al puerto y al mar, regalando paisajes sorprendentes en cada esquina. Más que por el valor de las obras arquitectónicas que se encuentran, paseando por Cagliari es inevitable quedar fascinado por esto: por sus vistas. Lo que define la ciudad tiene que ver con la luz, con los claroscuros, con el modo en que llega la penumbra tras el ocaso. Al explorar sus viejos barrios, parecería que lo que traza las líneas de la trama urbana no son tanto las calles, el perfil de las antiguas murallas o la altura de las torres, sino más bien las vistas, las perspectivas, las atalayas. Por eso el paso correcto, al moverse por las calles del centro, es el del flâneur, del que pasea sin rumbo divagando con la mirada antes que con el paso y el pensamiento. 
El núcleo histórico de la ciudad está constituido por el barrio medieval de Castello, que fundaron y fortificaron los pisanos, favoreciendo después el crecimiento de sus apéndices: los arrabales de Stampace, Marina y Villanova.
 
– El Castello –
En Cagliari se sube o se baja, es infrecuente caminar en llano.
Nuestra visita a la ciudad empieza, pues, por su parte más alta, desde la plaza Indipendenza, dominada por la torre de San Pancrazio, del siglo XIV. Prosigue por la red de callejuelas que baja hacia la torre del Elefante, entre tiendas de artesanos y de anticuarios, pequeños locales, mesones y algunos de los edificios históricos más importantes de la ciudad. La Cittadella dei Musei, en primer lugar, en la que tienen su sede el riquísimo Museo Arqueológico, el más importante de Cerdeña, y el Museo Etnográfico; el Palacio Virreinal, y la catedral de Santa María. Esta última, monumento entre los más conocidos y amados de la ciudad, fue edificada por los pisanos y rediseñada en formas barrocas por los españoles a finales del s. XVII. Los bastiones de Saint Remy y de Santa Croce son el lugar ideal para un aperitivo: los locales que se asoman a la calle gozan de vistas extraordinarias a la parte baja de la ciudad y el mar.
Desde el bastión de Saint Remy, bajando por las rampas cándidas de la escalera monumental, se llega a la plaza Costituzione, a la que se asoman numerosos restaurantes, y el histórico Antico Caffè.
 
– La Marina –
Desde la plaza, bajando hacia el mar, se entra en el barrio de la Marina: un dédalo de estrechas calles que se extiende antes de alcanzar los soportales de la calle Roma y del puerto. Los aromas que acompañan el camino dan cuenta del carácter multiétnico de esta parte de la ciudad, que ha sido siempre lugar de intercambios comerciales y culturales. 
El barrio fue construido en el siglo XIV por los aragoneses, en una zona rica de vestigios romanos que incluía la antigua ciudad altomedieval, en cuyos alrededores se habían instalado los primeros mercaderes pisanos y genoveses. Sus calles fueron pobladas por quienes trabajaban en el cercano puerto, para el almacenamiento y envío de las mercancías a los mercados de ultramar.
La plaza Savoia, la plaza Dettori y la plaza San Sepolcro, presidida por la homónima iglesia, son el centro del barrio. Los pórticos de la calle Roma y el puerto invitan a los más agradables paseos vespertinos.

 
– Villanova –
Desde la plaza Costituzione, en dirección opuesta a la Marina, sube el paseo arbolado del Terrapieno, que llega a los Jardines Públicos y al edificio del antiguo polvorín, hoy sede de la Galería Municipal de Arte. En la parte inicial de la larga subida se pueden visitar los Giardini Sotto le Mura (jardines al pie de las murallas), donde se exponen algunas importantes obras del escultor Pinuccio Sciola. El barrio de Villanova se extiende más abajo, hacia el este: desde el Terrapieno se aprecia su diseño urbanístico, que ha conservado mucho del pasado. Aún en el siglo XVI la conformación del barrio era la típica de un caserío agrícola, con las casas circundadas de terrenos cultivados. De las tantas zonas verdes de otro tiempo queda huella en los jardines interiores, junto a los cuales todavía son numerosos los talleres de los artesanos. La plaza San Giacomo y la plaza San Domenico, con sus respectivas iglesias, son el corazón de Villanova, donde vale la pena detenerse para tomar algo en alguno de los locales que abren en ellas, y donde los residentes antiguos se mezclan con los recién llegados con una naturalidad que es difícil encontrar en otros barrios.
 
– Stampace –
Desde la plaza Costituzione, recorriendo la calle Manno, se llega en pocos minutos a la plaza Yenne, punto neurálgico del barrio de Stampace. La plaza está dominada por la silueta de la torre del Elefante y del bastión del Balice, y rodeada por un conjunto de edificios decimonónicos, comercios y locales públicos. La estatua en bronce de Carlo Felice, rey de Cerdeña, marca el centro del hemiciclo del que se irradian algunas de las vías históricas más importantes de la ciudad: las calles Carlo Felice, Manno, Santa Chiara, Santa Margarita y Vittorio Emanuele. Se encuentran aquí tiendas, restaurantes y numerosos locales: en el histórico Café Suizo, al final de la calle Carlo Felice, es obligada una parada.  
 
En la parte alta de Stampace, en las pendientes del cerro de Buoncammino, se encuentra uno de los lugares de culto más amados por la gente de Cagliari, el conjunto de la iglesia y el convento de los frailes capuchinos de san Antonio de Padua (s. XVI). Frente a la iglesia, vale la pena visitar el más importante testimonio de la Cagliari romana: el Anfiteatro. Totalmente excavado en la roca entre los siglos I y II d.C., era escenario de combates entre gladiadores y de enfrentamientos entre gladiadores y animales feroces. A pocos pasos se encuentran el Jardín Botánico, uno de los más importantes de Italia, y la llamada villa de Tigellio, constituida por los restos de un edificio termal y tres casas patricias habitadas probablemente hasta los siglos III-IV d.C. En los alrededores se pueden visitar la gran necrópolis de Tuvixeddu, el testimonio más significativo de la ciudad fenicio-púnica, y el monumento conocido como Grotta della Vipera: un sepulcro excavado en la piedra caliza, que se remonta a la época de la Caralis romana. 
 
 
– Sant’Efisio: La expresión más auténtica de la tradición popular sarda –
 
El barrio de Stampace es el lugar donde comienzan los festejos dedicados a Sant’Efisio, soldado romano convertido al cristianismo y martirizado en Nora. En las celebraciones participa toda la isla y se desarrollan ininterrumpidamente desde 1657, año en que la ciudad, para huir de la peste, se ligó al Santo con un voto. Desde entonces, indefectiblemente, Cerdeña renueva las manifestaciones de devoción por la gracia recibida. Desde entonces, cada primavera, las calles de la ciudad se cubren de flores al paso de la estatua del Santo, seguida por la larga procesión de los fieles.
 
El rito de la vestizione da inicio el 30 de abril a las celebraciones. En la iglesia de Stampace, el barrio donde el Santo fue encarcelado, su imagen se envuelve en un largo manto de damasco rojo, y se enriquece con una aureola de oro y piedras preciosas. A la mañana siguiente, después de la misa del Alternos, el carro dorado que transporta la estatua barroca se añade a la procesión de las traccas, carros tirados por bueyes ricamente ornados, y avanza a la cabeza de los grupos ataviados con el traje tradicional llegados de los pueblos de toda la isla; lo escoltan los miembros de la archicofradía, entre el repicar de las campanas de las iglesias y el estruendo de las sirenas de los barcos en el puerto. Las calles perfuman por la ramadura, una cubierta de flores y ramos que las tapiza; los vestidos típicos, diferentes en cada pueblo, se muestran en un multiplicarse de colores y en el paso cumplido de quien los viste. Es el espectáculo de una tradición milenaria que desfila entre los edificios de una moderna ciudad de mar, entre una muchedumbre festiva y compungida al tiempo, que hasta hoy cumple el antiguo voto y se abre al paso del Santo, mientras que miles de fieles se aprestan a realizar el largo camino hacia el santuario de Nora. 
 
 
– Pula y Nora –
 
El pueblo, de tradición agrícola, es hoy un renombrado centro turístico que ofrece estupendas oportunidades de diversión.  
En el casco antiguo se pueden aún observar algunas de las hermosas casas tradicionales en ladiri (el ladrillo de adobe típico de la Cerdeña meridional) caracterizadas por su patio interior, al que se abren el pórtico y los espacios domésticos. Iniciativas culturales de gran interés encuentran su sede en la Casa Frau, palacete decimonónico de líneas elegantes erigido en la plaza del Popolo. 
 
En la calle Vittorio Emanuele se puede visitar el Museo Civico dedicado al arqueólogo Giovanni Patroni, cuyas salas presentan los hallazgos procedentes de las excavaciones de la antigua ciudad de Nora. También es interesante la colección numismática del Museo Norace, que conserva monedas del mundo griego, púnico y romano. Hay que visitar también la villa Santa Maria, proyectada en 1838 por Gaetano Cima, que introdujo las bellas formas neoclásicas inspiradas en Palladio al centro de un gran parque. 
 
A un paso del pueblo se encuentran las ruinas de la antigua ciudad de Nora, uno de los sitios arqueológicos de matriz fenicio-púnica más importantes de Cerdeña. La zona incluye el promontorio que termina con el cabo de Pula. Se pueden observar las huellas dejadas por el asentamiento más antiguo del sitio, del siglo VII a.C., a las cuales se superponen los vestigios de las construcciones de época romana. Notable, entre otros, es el edificio sagrado de la altura de Tanit, erigido sobre precedentes estructuras nurágicas. El imponente teatro se dedica en la actualidad a conciertos y espectáculos, que se realizan por la tarde, durante el verano, en el escenario extraordinario dibujado por las antiguas murallas y los mosaicos de las termas, por las columnas de los antiguos lugares de culto, con el fondo del golfo y del puerto, hoy sumergido, al cual Nora debió su fortuna.


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